Cada 8 de septiembre nuestra Iglesia celebra la Natividad de la Virgen María y es una de las fiestas marianas más antiguas, esta comenzó a celebrarse en Roma durante el siglo VIII con el Papa Sergio I. Según el calendario romano, es la tercera fiesta de la “natividad” que conmemora el nacimiento de Jesús.
El contexto está ligado a la fiesta de la dedicación en el siglo IV en honor a una antigua basílica mariana de Jerusalén. Se dice que sobre sus ruinas se construyó la actual iglesia en honor a Santa Ana. La tradición indica que en ese lugar estuvo la casa de los padres de María, Joaquín y Ana, y que allí nació la Santísima Virgen.
En Milán, Italia, la fiesta se remonta al siglo X, ya que la Catedral María Naciente fue consagrada en 1572 por San Carlos Borromeo. Además, en la calle Santa Sofía de esta misma ciudad se encuentra el santuario que conserva una imagen de María recién nacida, custodiada por las Hermanas de la Caridad de Santa Bartolomea y Santa Vicenta.
Esta imagen la realizó una monja franciscana para su devoción personal en el siglo XVIII. En su historia guarda un milagro sucedido el 9 de septiembre de 1884, se trata de la curación de la postulante Giulia Macario, que llevaba muchos días enferma. La devoción a esta imagen se extendió como resultado de numerosas gracias obtenidas.
Por otra parte, en los Evangelios no hay información que confirme las fechas del natalicio de María y los nombres de sus padres; sin embargo, tradicionalmente se retoman los datos del Protoevangelio de Santiago, un escrito apócrifo del siglo II.
En relación a esta fiesta hay una recordada homilía pronunciada por San Juan Damasceno (675-749) un día como hoy en la Basílica de Santa Ana donde expresó lo siguiente:
"¡Ea, pueblos todos, hombres de cualquier raza y lugar, de cualquier época y condición, celebremos con alegría la fiesta natalicia del gozo de todo el Universo. Tenemos razones muy válidas para honrar el nacimiento de la Madre de Dios, por medio de la cual todo el género humano ha sido restaurado y la tristeza de la primera madre, Eva, se ha transformado en gozo. Ésta escuchó la sentencia divina: parirás con dolor. A María, por el contrario, se le dijo: ¡Alégrate, llena de gracia!”.
Hay que recordar que el acontecimiento fundamental en la vida de María es la Anunciación, pues la iglesia la ve como Madre de Dios, pero aún más como la discípula ejemplar, el modelo de vida cristiana, fe, obediencia a su Hijo. Esto explica por qué el pueblo de Dios puede acudir a ella para encontrar inspiración, refugio, consuelo y protección.