Martha Guardado | Lumen El Salvador
La consolación: luz del alma, y una experiencia de alegría interior que consiente ver la presencia de Dios en todas las cosas, refuerza la fe, la esperanza, y también la capacidad de hacer el bien. Así definió el Papa Francisco a este elemento que se suma en la novena catequesis referida al discernimiento.
Su Santidad explicó que la consolación toca la profundidad de nosotros mismos, de modo que nos sentimos envueltos en la presencia de Dios, pero de una forma delicada que no trata de forzar nuestra voluntad y respeta la propia libertad.
En esa línea, dijo “La persona que vive la consolación no se rinde frente a las dificultades, porque experimenta una paz más fuerte que la prueba. Se trata por tanto de un gran don para la vida espiritual y para la vida en su conjunto. Y vivir esta alegría interior”.
La consolación es una paz grande que nos lleva a la acción
El Papa Francisco destacó que la consolación es una paz que no llega para disfrutarla estando sentados, al contrario; nos lleva al Señor y nos pone a caminar para hacer cosas buenas. Sin embargo, hay momentos de desolación que nos hace cerrarnos en nosotros mismos sin hacer algo para cambiarlo, pero al experimentar la consolación sentimos el impulso de seguir adelante para servir a los demás.
Asimismo, el Santo Padre indicó que hay que tener claro que la consolación espiritual no es algo controlable ni es programable a la voluntad “es un don del Espíritu Santo: permite una familiaridad con Dios que parece anular las distancias”.
La nos hace espontáneos y audaces
El Pontífice recordó una experiencia de Santa Teresita del Niño Jesús, quien al visitar la Basílica de Santa Cruz en Jerusalén a sus catorce años, quiso tocar uno de los tres clavos del Señor que allí se veneran.
“Teresa siente esta osadía suya como un arranque de amor y confianza. Y luego escribe: «Fui realmente demasiado audaz. Pero el Señor ve el fondo de los corazones, sabe que mi intención era pura […]. Actuaba con él como niña que se cree todo permitido y considera como propios los tesoros del Padre» (Manuscrito autobiográfico, 183). La consolación es espontánea, te lleva a hacer todo espontáneo, como si fuéramos niños”, agregó Su Santidad.
Además, destacó que con esa vivencia de Santa Teresita, se refleja la espléndida consolación de los espiritual que ofrece un sentido de ternura hacia Dios y nos hace audaces en el deseo de participar de su vida y de hacer lo que le agrada “sentimos que su casa es nuestra casa, nos sentimos acogidos, amados, revitalizados. Con esta consolación no nos rendimos frente a las dificultades”.
Por otra parte, exhortó a estar atentos y en el proceso de discernimiento distinguir si la consolación viene de Dios o si es una falsa consolación que se puede convertir en un peligro.
“Si la consolación auténtica es como una gota en una esponja, es suave e íntima, sus imitaciones son más ruidosas y llamativas, son puro entusiasmo, son un fuego fatuo, sin consistencia, llevan a plegarse sobre uno mismo, y a no cuidar de los otros. La falsa consolación al final nos deja vacíos, lejos del centro de nuestra existencia. Por esto, cuando nosotros nos sentimos felices, en paz, somos capaces de hacer cualquier cosa. Pero no confundir esa paz con un entusiasmo pasajero, porque el entusiasmo hoy está, después cae y ya no está”, afirmó.
El Papa Francisco invitó a todos a buscar el consuelo de Dios pero no por interés, no reduciéndolo a un objeto para nuestro uso y consumo que nos lleva a perder el don más hermoso que es Él mismo.
“Así vamos adelante en nuestra vida, que procede entre las consolaciones de Dios y las desolaciones del pecado del mundo, pero sabiendo distinguir cuando es una consolación de Dios, que te da paz hasta el fondo del alma, de cuando es un entusiasmo pasajero que no es malo, pero no es la consolación de Dios”, concluyó.