El Papa Francisco destacó en la Audiencia General de este miércoles 11 de noviembre que la oración “es como el oxígeno de la vida” y añadió que “no hay verdadera oración sin espíritu de humildad”.
Antes de pronunciar su catequesis desde la Biblioteca del Palacio Apostólico, el Santo Padre confió que recientemente alguien le dijo que “habla demasiado sobre la oración, que no es necesario” y él respondió que “si es necesario, porque si nosotros no rezamos no tendremos la fuerza para ir hacia adelante en la vida” y añadió que “la oración es como el oxígeno de la vida, la oración es atraer hacia nosotros la presencia del Espíritu Santo que nos lleva siempre hacia adelante. Por eso, yo hablo mucho de la oración”.
Luego, el Papa explicó que “el diaÌlogo constante con el Padre, en el silencio y en el recogimiento, es el fulcro de toda su misioÌn”.
En esta línea, el Santo Padre destacó que “JesuÌs ha dado ejemplo de una oracioÌn continua, practicada con perseverancia” y exhortó a los discípulos a rezar “con insistencia, sin cansarse”.
Por ello, el Papa recordó tres paraÌbolas relatadas en el Evangelio de San Lucas que subrayan esta caracteriÌstica de la oracioÌn.
En primer lugar, la del hueÌsped que llega de imprevisto, en mitad de la noche va a llamar a un amigo y le pide pan. El amigo responde: “¡no!”, porque ya estaÌ en la cama, pero eÌl insiste e insiste hasta que no lo obliga a alzarse y a darle el pan (Lc 11,5-8), que demuestra que “la oracioÌn debe ser sobre todo tenaz”.
“Dios es maÌs paciente que nosotros, y quien llama con fe y perseverancia a la puerta de su corazoÌn no queda decepcionado. Nuestro Padre sabe bien queÌ necesitamos; la insistencia no sirve para informarle o convencerle, sino para alimentar en nosotros el deseo y la espera”, advirtió.
La segunda paraÌbola es la de la viuda que se dirige al juez para que la ayude a obtener justicia. Este juez es un hombre sin escruÌpulos, pero al final, exasperado por la insistencia de la viuda, decide complacerla (Lc 18,1-8) por lo que el Papa alentó a invocar con valentía a Dios “sin resignarse delante del mal y la injusticia”.
Después, el Santo Padre recordó la tercera parábola en la que van a rezar al Templo un fariseo y un publicano, “el primero se dirige a Dios presumiendo sus meÌritos; el otro se siente indigno incluso solo por entrar en el santuario” (Lc18,9-14).
“Dios no escucha la oracioÌn de los soberbios, mientras escucha la de los humildes. No hay verdadera oracioÌn sin espiÌritu de humildad. Es precisamente la humildad la que nos lleva a pedir, a rezar”, afirmó.
En este sentido, el Papa Francisco subrayó que “la enseñanza del Evangelio es clara: se debe rezar siempre, tambieÌn cuando todo parece vano, cuando Dios parece sordo y mudo y nos parece perder tiempo. TambieÌn si el cielo se ofusca, el cristiano no deja de rezar” y recordó que “muchos santos y santas han experimentado la noche de la fe y el silencio de Dios, y han sido perseverantes”.
“En estas noches de la fe, quien reza nunca estaÌ solo. JesuÌs de hecho no es solo testigo y maestro de oracioÌn, es maÌs. EÌl nos acoge en su oracioÌn, para que nosotros podamos rezar en EÌl y a traveÌs de EÌl. Y esto es obra del EspiÌritu Santo”, dijo el Papa.
De este modo, el Pontífice invitó a no olvidar al Espíritu Santo porque “el Espíritu Santo reza en nosotros, es Aquel que nos lleva a rezar, que nos lleva a Jesús, es el don que el Padre y el Hijo nos han dado para ir hacia adelante al encuentro con Dios… cuando rezamos es el Espíritu Santo el que reza en nuestro corazón”.
Por último, el Papa rezó para “que sea el Espíritu Santo, maestro de oración, a enseñarnos el camino de la oración”.