San Jerónimo: “El que no conoce las Escrituras no conoce el poder de Dios ni su sabiduría”
30/09/2022 01:28 pm

“Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo, porque el que no conoce las Escrituras no conoce el poder de Dios ni su sabiduría” es un fragmento de los escritos realizados por San Jerónimo, un gran doctor de la iglesia que recordamos cada 30 de septiembre por su profundo trabajo al traducir la Santa Biblia, y por todo su proceso de conversión y fe. 

Nació en Estridón, Dalmacia, aproximadamente en el año 340, y recibió el nombre de Eusebius Hieronymus. Creció en el seno de una familia de muchos bienes, esto le permitió estudiar Gramática y Retórica en Roma, lugar donde se dice que fue bautizado por el Papa Liberio.

San Jerónimo abrazó su fe, pero fue tentado por los placeres de la carne y demostró una gran debilidad por los autores clásicos. En medio de esto Dios lo iluminó a través de un sueño para redirigir su camino. Tal hecho impactó su vida y empezó a estudiar a profundidad las Sagradas Escrituras, por ello decidió irse de Roma al desierto para huir del ambiente mundano y de pecado. 

Sobre esto, tiempo después describió así este episodio: “los malos deseos me atormentaban día y noche, las malas pasiones me atacaban sin cesar. Si a mí me sucedía esto, ¿qué no les pasará a los que viven dedicados a darle a la carne todo lo que pide?”

Luego estuvo en Oriente donde lo ordenaron como presbítero, años más tarde retornó a Roma y se convirtió en secretario del Papa Dámaso, quien le otorgó la gran tarea de traducir las Sagradas Escrituras al latín, ya que estaban escritas en griego, arameo y hebreo.

Como parte de ese proceso, San Jerónimo se trasladó a Belén con el propósito de perfeccionar su hebreo y comprender mejor las Escrituras. El largo tiempo que vivió allí los dedicó para también hacer comentarios en diversos pasajes bíblicos. 

De esa estancia en Belén surge el relato de un encuentro de este santo, que es muy conocido y citado en diversas ocasiones por el Papa Francisco. Se dice que durante una noche de Navidad, después de que los fieles se fueran de la gruta de Belén, se quedó allí solo rezando y le pareció escuchar que el Niño Jesús le decía: "Jerónimo ¿qué me vas a regalar en mi cumpleaños?". Él respondió: "Señor te regalo mi salud, mi fama, mi honor, para que dispongas de todo como mejor te parezca". El Niño Jesús añadió: "¿Y ya no me regalas nada más?". “Oh mi amado Salvador -exclamó Jerónimo- por ti repartí ya mis bienes entre los pobres. Por ti he dedicado mi tiempo a estudiar las Sagradas Escrituras... ¿qué más te puedo regalar? Si quisieras, te daría mi cuerpo para que lo quemaras en una hoguera y así poder desgastarme todo por Ti". El Divino Niño le dijo: "Jerónimo: regálame tus pecados para perdonártelos". Se dice que al oír esto, San Jerónimo lloró de emoción y exclamó: "¡Loco tienes que estar de amor, cuando me pides esto!". 

Con edad avanzada y su salud agotada, San Jerónimo falleció el 30 de septiembre del año 420. Lo sepultaron en la Iglesia de la Natividad, posteriormente fue trasladado a la Basílica Santa María la Mayor en Roma, donde sus restos yacen actualmente. 

En honor a su fiesta litúrgica y la inspiración de su profundo acercamiento a las Sagradas Escrituras, es que la Iglesia también promueve el acercamiento y el amor a la Biblia durante el mes de septiembre. 

Acudamos a San Jerónimo para que interceda por la salud de los enfermos, por los huérfanos, jóvenes, estudiantes, educadores, y para que todos seamos conducidos por el camino de la caridad, prudencia y constancia que nos lleva hacia Dios. 

 
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